Capítulo 1

En la capital del reino, Ashtoreth, la variedad de clases y razas era sorprendente, y aún más lo era ver cómo convivían en paz (a excepción de leves trifulcas, en su mayoría causadas por la presencia abundante del buen vino que servían en cualquier taberna del lugar).

También era conocido la gran cantidad de cultos y hermandades que allí habían. Desde cultos druídicos hasta hermandades vampíricas. Todos tenían su lugar en la capital. Sin embargo, y como en la mayoría de ciudades, siempre había un código que seguir.
Quedaban totalmente prohibidas las prácticas necrománticas y cualquier tipo de magia que puede ser considerada herética.

Así pues, ésta fue la razón por la que empezó todo.

Estabais en una taberna cuando llegó a vuestros oídos que un nuevo culto, Los Caídos, una rama que se había desviado de las enseñanzas de los Enviados de Selene y habían pasado a formar parte del culto de Las Sombras.

Quizás no fuese mala idea enterarse mejor de qué iba la cosa y qué estaba sucediendo. De una forma u otra, podíais sacar tajada de esto.

Me encuentro sentado en la zona más oscura de la taberna, observando a todos con mis ojos mejorados, pensando en cómo podían vivir sabiendo que el tiempo podía detenerse en cualquier momento para ellos.

"¿Acaso no es eso lo que tu querrías, envidioso?"

Frunzo el ceño al saber que la vocecilla maligna de mi cabeza tiene razón…la inmortalidad ha sido un duro camino para aprender la lección más importante de todas

-Cualquier vida, por tenue que sea merece la pena ser vivida con final incluido, sea cual sea

Susurro en voz baja, notando como los siglos han cambiado mi voz, hasta llegar a ser un susurro capaz de haber hecho mojarse los pantalones a bravos veteranos de guerra.

Estudio mi rostro en el reflejo del vino elfico…contemplando con ironía como su deterioro no se debe a la vejez, sino a la propia inmortalidad.

Mi pelo sigue siendo igual de negro, pero ahora su tonalidad es tan profunda como el abismo en que navegan las estrellas. Mi piel ha ido perdiendo su color, hasta tener el tono de un campo invernal bañado por la fría luz de la luna…y mis ojos…esos ojos que antaño eran…¿Azules?, ¿Verdes? o ¿Quizás eran color miel?, los siglos me impiden recordarlo, pero si puedo ver reflejados en ellos el infierno, una luz maligna los ilumina, como si fueran cristales con fuego en su interior.

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El ambiente en la taberna era realmente afable.

El lugar estaba lleno de gente, el alcohol abundaba en cada jarra y las carcajdas y risas de los primeros en sucumbir ante la bebida inundaban el lugar.

Pero hubo un grupo de seres que te llamaban especialmente la atención. Uno de ellos, el que parecía más pequeño, lucía una joroba, garras afiladas como katanas y unos dientes largos. Su voz era desgarradora, como el sonido de una aguja siendo apretada contra una superficie de cristal.

-¿Habéis oído las últimas noticias? El mismísimo emperador está empezando a asustarse...

Las risillas, tan insoportables como la voz del que hablaba, resonaron durante unos segundos, justo antes de que aquel ser volviese a hablar.

-Se rumorea que estaría dispuesto a pagar una gran cantidad de dinero por limpiar su reino de esa panda de cretinos... Los Caídos...

Las últimas palabras parecieron llegar a oídos del tabernero, un robusto enano que una larga barba cana.

-¡Eh tú, rata! - vociferó. -No los nombres dentro de mi local...no queremos problemas.

Parecía que el ambiente comenzaba a tensarse y tú te encontrabas allí, en medio de todo el barullo.

bebia tranquilo mi jarra de cerveza cuando oigo al jorobado diciendo lo que habia dicho no me lo creia pero siendo la ocupacion que tenia no tenia bastante dinero y me vendria bien tener ese dinero en mi bolsillo ,empeze a acercamer a ellos para ver lo que decian pero manteniendo distancia con el hombre de negro que tambien estaba alli.

Escucho en silencio mientras bebo el sabroso líquido con sabor a bayas y frutas. Sonrío pensando que en tantos siglos los elfos apenas han cambiado.

Dirijo mi vista hacia los skavens, mirándoles de arriba a abajo. "Skavens…tan peligrosos con armas en las manos como desarmados…portadores de enfermedades y asesinos inmisericordes…lo sorprendente es que el enano les deje entrar"

Al ponerme en pie mi armadura tintinea, mientras camino hacia la barra con la copa ya vacía de líquido y la dejo encima, empujando unas monedas hacia el tabernero

-Sírveme otra…y deja aquí la botella

El tabernero, acalla sus gritos hacia el skaven. Gira la cabeza hasta encararse con el enorme guerrero que se había acercado hacia la barra.
El rostro del enano cambió completamente, y sus gruñidos pasaron a ser amables palabras.

-Por supuesto señor. Enseguida.

Tras unos segundos, volvías a tener la copa llena y la botella junta a ella. Mientras, podías oír cómo los skavens seguían cuchicheando, esta vez en voz baja.

Aguzo el oído, sonriendo malignamente "Funciono lo de acercarse con disimulo".

Trato de escuchar, siendo consciente de como mis alas casi tocan el suelo, por lo que decido retraerlas un poco, soltando un gruñido cuando los huesos crujen "No las he usado en semanas…es normal que estén en malas condiciones"

miro mi reflejo en la copa de vino y sigo prestando atención mientras bebo.

Tras varios minutos de atenta escucha, sólo quedó claro una cosa: Lo mejor sería una vista con el emperador. Tan sólo faltaban unas horas para el amanecer, y el palacio se encontraba a unas pocas manzanas de allí.

Mientras, el culto seguía jugando sus cartas...

Me dirijo hacia el palacio, escuchando el repicar de mis botas contra las calles empedradas.

"Recuerdo haber estado aquí…antes esto no era más que colina y pastos verdes bajo el sol"


De nuevo vuelvo a sentirme viejo, pero sonrío y acelero el paso mientras extiendo las alas para quitarles el engarrotamiento.

Las calles estaban llenas de ciudadanos, de todo tipo de razas. Aún así, las alas desplegaron una gran sorpresa ante todos los que estaban allí, que no pudieron evitar mirar descaradamente.

Tras varios minutos de camino, llegaste hasta palacio.

El enorme edificio se erigía ante ti, majestuoso. La seguridad era enorme, era casi imposible asaltarlo. Estaba claro por qué había sido nombrada una de las fortalezas mejor protegidas de toda la provincia.

Al llegar hasta la apuerta, uno de los robustos guardias se puso ante ti.

-¿Qué le trae hasta aquí, ciudadano?

Observo el palacio, algo sorprendido por su fortaleza y su belleza. Cuando el guardia se acerca sonrío

-Solicito audiencia con el Emperador…para tratar el asunto de Los Caídos

Aunque el guardia se mantuvo imponente durante varios segundos, al oír el nombre del culto el rostro del hombre palideció notablemente.

-Seguramente sea un tema de especial interés para su Alteza, más aún en los tiempos que corren, pero me temo que eso no será posible ahora señor. Para poder verle deberá concertar una cita.

Ver como el rostro de aquel enorme hombre se contraía por el simple hecho de escuchar un nombre, te hizo pensar en lo peligrosos que debían ser.

Hago una reverencia

-Concededme pues la cita, o dejadme pasar y que esta sea una visita informal…seguramente Su Grandeza no quiere que Los Caídos sepan que el emperador envía un agente tras ellos

De entre los soldados, apareció una esbelta mujer. Aunque poseía un cuerpo femenino, resultaba imponente tras su armadura.

-Dejadlo pasar, soldado.

La voz sonó firme y los soldados hicieron caso inmediato.
Con un gesto, te hizo entrar al palacio. Sin quitarte la mirada de encima, preguntó mientras caminabas hacia la habitación del emperador.

-¿Qué es eso de tanta importancia que requiere la presencia del Emperador?

Miro a la mujer, sorprendido "Supongo que será guardiana del emperador o algo así"

-He venido a ofrecerme para destruir a Los Caídos- reparo en su mirada y sonrío, dejando los colmillos al descubierto mientras un fuego impío parece iluminar mis ojos. una súbita ráfaga de aire frío hace que mi pelo azabache se mueva, dejando escapar un olor parecido al de una tumba cerrada durante siglos.

Las alas crujen cuando las abro, dejando en el aire una nubecilla de polvo

-Soy el mejor enemigo para ellos…pues yo también caí de una gracia superior

Tras unos segundos observándote, habló.

-No dudo de sus posiblidades. Pero he de advertirle que no sería el primero de su especie en intentar algo así. De hecho, clanes vampíricos enteros han caído a manos de ellos. Aún así, si está dispuesto a asumir el riesgo...antes necesitará el permiso del Emperador.

La mujer aceleró el paso.

-Ya casi estamos llegando.

Asiento a la mujer

-Yo no tengo pensado fallar

Observo los tapices, las caras alfombras, los grabados de las paredes, sonriente.

-Bueno...ése es el espíritu...supongo.

Tras avanzar unos metros más, la mujer se paró ante una enorme puerta. El marco de la misma estaba lleno de grabados rúnicos. La mujer carraspea y toca en la puerta.

-Señor Emperador...Quizás debería ofrecerle su atención a este ciudadano...dice conocer el reciente problema...

Se pudieron oír algunos cuchicheos tras la puerta, y después, ésta se abrió. Aparecieron varios guardias, más equipados que los que habías visto anteriormente. Al fondo, sobre un trono, se encontraba el Emperador, que con un gesto, te invitó a pasar.

Avanzo mirando fijamente al Emperador y me detengo a seis pasos de él, haciendo una reverencia

-Mi nombre es Harahel Samhain, primero de los vampiros y antiguamente Rey hechicero de Rhudaur…portador del uroboros y futuro exterminador de Los Caídos

Sonrío al levantar la vista, mientras mis alas se encuentran replegadas, formando una especie de capa grotesca.

El Emperador te devuelve la mirada, y espera a que termines de hablar.

-Muy bien señor Samhain.¿Qué le lleva a usted a empezar un ataque contra Los Caídos?

El Emperador gira la cabeza y mira por la ventana.

-No sería el primero ni, muy posiblemente, el último, en morir en una trifulca contra esos desalmados.

Miro al Emperador

-He venido aquí a ofrecerme al trabajo, no a pedir su opinión, Alteza- hago una reverencia.

-Mis motivos para destruir a Los Caídos son mis ansias de servir al imperio, y por supuesto cobrar la recompensa además de cubrirme de gloria y fama

Tras asentir ligeramente con la cabeza, se levantó, paseándose por la sala.

- Bien. Ahora mismo, hay un pequeño campamento de instrucción destinado a la destrucción de Los Caídos. Si deseas saber más detalles, deberás presentarte y pasar el periodo de instrucción.

Después, te miró detenidamente.

- No crea que desestime sus dotes de combate, al contrario. Pero todos han de pasar por allí. Mi teniente Neassa, - dijo, mientras dirigió una mirada hacia la mujer que te había acompañado hasta allí - se encargará de su matriculación en el campamento. Ahora, si no tiene nada más que decirme, debo retirarme.

Y con un gesto más, te dio a entender que te retiraras. Fuera te esperaba la mujer, que te instaba nuevamente a que la siguieras.

Hago una reverencia y echo a caminar, sonriendo a la mujer que me espera fuera, que durante unos momentos puede ver al hombre que fui otrora

-Lady Neassa…su Alteza ha ordenado que me lleve al campamento de instrucción

-Por supuesto.

Dijo la mujer con voz dulce.

-Pero antes...debo hacerme cargo del papeleo.

Llegáis hasta una especie de despacho, donde la mujer comienza a rellenar un formulario a base a los datos que le ofreces. Tras unos minutos, salís de la habitación.

-Ahora, por favor, acompáñeme hasta el campamento. Éste se encuentra en las afueras de la ciudad. Yo le acompañaré hasta la salida de la ciudad. Allí deberá darle esto - te da una de las hojas del formulario - a Lugaid.

Tras esto, comienza a caminar hacia la salida del palacio, camino a las afueras.

La sigo, cumpliendo con lo que me dice sin un titubeo, ansioso por vr el campo de entrenamiento.

Tras llegar a las puertas de la ciudad, la mujer se despide de ti.

-Suerte.

A lo lejos podías divisar un campamento. Podrías llegar allí en, aproximadamente, una hora.

Me dirijo hacia el campamento, batiendo lass alas para que se despierten y fluya la fría sangre vampírica por ellas.

Desde el aire, podías ver la inmensidad del campamento, que llegaba hasta donde te llegaba la vista.

arias eran las actividades que se entrenaban allí. Desde hípica y setrería, hasta arquería y combate cuerpo a cuerpo. Frente la puerta del campamento se erguía un inmenso hombre,que portaba en su espalda un espadón a dos manos que casi rozaba el suelo.

Desciendo hacia el hombre, aterrizando a tres pasos por delante de él y me incorporo mirándole

-Vengo al campamento por orden de Su Alteza

El hombre te examinó de arriba a abajo.Tras unos instantes mirándote,habló. u voz era fría y ronca.

-¿Dónde está el formulario?